Recorrió su interior en un desconocido y fantasmal vehículo que partió desde su cerebro y fue descendiendo vertiginosamente hacia un organismo que él creía vivo pero que flotaba en el aire como una hoja seca. No reconoció su sangre ni la sístole de un corazón empedrado a golpes de desengaños. Fue restañando las heridas hasta creer que podía seguir eludiendo los mandobles que la espada del tiempo trazaba ante sus ojos. En un descuido, en uno de esos breves e infrecuentes instantes en los que Cronos baja la guardia, escapó de sí mismo a través de un paroxismo respiratorio, casi un disparo de sus pulmones, hasta perderse en otra dimensión.
Imagen copiada de mythologia.bravepages.com
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