martes, 13 de marzo de 2012

Más allá


Como cada tarde, se sentaba en el gastado poyete de piedra bajo el alféizar de esa impersonal ventana que vestía color almendra. Extrajo un cigarrillo del arrugado paquete al que daba coba como el niño que lame sin herir su helado de chocolate. No debería fumar pero después de tantos años conviviendo con volutas de humo, le hacía sospechar que cualquier otra enfermedad se adelantaría al tabaco en la carrera hacia el más allá. Una constelación de generaciones desconocidas pululaban a su alrededor. El barrio, su barrio, dejó escapar a todos sus amigos y conocidos. Sólo hablaba consigo mismo del pasado, obviando el presente y el futuro. 

De pronto, le poseyó un vértigo que asimiló con la muerte pero que rápidamente enlazó con una vivificante sensación de iniciar un nuevo cosmos. Cuando se dio cuenta, se encontraba a cuatro patas encima del banco. Nunca creyó en nada trascendente, pero ahora, al intentar hablar y emitir un tenue maullido, no descartaba la reencarnación.

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