Decidió retar al destino. Fijó al azar la ciudad, el día, la hora, el tren e incluso el vagón del que ELLA descendería. En una oscura estación de provincias esperó ese día a que el convoy se detuviera sobre la hora prevista. Del tercer vagón, una mujer , dando un gracioso brinco, saltó al andén con un maletín de mano. La abordó y siguiendo un largo y trabajado guión, provocó una conversación que se alargó en el tiempo y en el espacio hasta que el incipiente idilio sufrió la maravillosa metamorfosis del amor dando lugar a una prolongada y feliz convivencia. Ella, años más tarde, le confesaría que sin ninguna razón explicable, escogió ese tren, bajándose ese día a esa hora en una estación de una ciudad que le era desconocida.
Es caprichoso el azar, como canta Serrat con Noa. Los caminos que conducen a un cruce son imposibles de prever. Sólo, como en tu texto, una vez pasados, se puede recordar qué nos llevó a él.
ResponderEliminarEl caprichoso azar y sus juegos.
Un abrazo