lunes, 27 de febrero de 2012

El salto

El salto tenía todas las trazas de ser mortal de necesidad. El desnivel de más de cuarenta metros no dejaba lugar a dudas y en caso de no eludir el obstáculo, mi cuerpo se despeñaría como un saco de plomo en caída libre hasta que en el pedregal de la ribera se confundieran carne, piel y huesos.

Pero yo tenía fé en ÉL y en el último suspiro estaba seguro que haría lo que estuviera de su mano para que no ocurriera un fatal desenlace. 

La podrida pasarela de madera se partió en dos y yo necesariamente tenía que pasar al otro lado de la hondonada. Tomé impulso y salté intentando salvar la distancia que separaba los bordes. Mi pierna derecha quería crecer en el aire y la izquierda, al rebufo, esperaba su oportunidad de unirse en pareja con su compañera. No lo conseguí. Ambas quedaron suspendidas en el aire a escasos centímetros de tierra firme y la fuerza de la gravedad hizo el resto. 

Pero yo tenía fé en Él. 

En el último suspiro, con un golpe seco, Él, el autor de este relato, me ha devuelto a la vida golpeando la tecla de punto final.

2 comentarios:

  1. El, golpeando la tecla del punto. Final en este caso, dejó colgado el aparte.
    Tras esa pausa, comedida pero suficiente para encarar de nuevo la aventura de un salto hacia otro escenario, emergía de nuevo el autor de un texto.
    Recién soñado.
    Un abrazo.

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    1. El personaje, al parecer, descolgándose por el punto y aparte y de un salto prodigioso, ha logrado alcanzar otro relato en un blog perdido en el bosque de Internet. ¡Que tenga suerte!

      Un abrazo

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