Vivaqueaba en la inmensidad de la salita de estar. Un vendaval, en forma de suave brisa, barría los resquicios de la ventana provocando un tsunami en la cortina que se mecía superando sus límites naturales. Tronó una de las silla agitada por el lomo del gato que buscaba consuelo donde sus patas no alcanzaban. Una catarata de whisky se deslizó por las paredes del vaso de cristal tallado solidarizándose con los pequeños icebergs de hielo. Pulsó el timbre de su ordenador y el monitor le contestó con un relámpago. Ateridos de emoción, sus dedos atacaron el teclado, escribiendo:
" Vivaqueaba en la inmensidad de la salita de...."
...de estar".
ResponderEliminarLa pantallita blanca regalaba , como en mi taller semipresencial, una dosis de ilusión en cristal y delirio.
Un abrazo