En su desesperación
por un desempleo que le asfixiaba, subió a una torre de alta tensión con una
pancarta reivindicativa y algunas viandas. Al principio despertó la curiosidad
de algunas personas que se acercaron solidariamente pero pronto se olvidaron de
él. Incluso las autoridades no tomaron en serio esta protesta y se limitaron a recriminarle
desde abajo su actitud, amenazándole con una fuerte multa e incluso con algo
más contundente, como la cárcel.
Ante la indiferencia que su acción propiciaba,
optó por el suicidio asiéndose con ambas manos a los cables que partían de la
torreta pero soportó los más de 20.000
voltios que pasaron por él como si tal cosa. Un empleado de mantenimiento de la
línea eléctrica que lo observaba dio cuenta del hecho y hoy día el “suicida” trabaja
en Endesa como conductor eléctrico de emergencia con un elevado sueldo.
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