lunes, 9 de abril de 2012

Sevilla o siempre nos quedará la feria



Se evaporó la Semana Santa entre aguas inoportunas y algunas lágrimas que engordaron el Guadalquivir a su paso por la Torre del Oro. A rey muerto, rey puesto. Las mujeres corren hacia armarios y trasteros para rescatar sus trajes de flamenca de las garras del polvo y el olvido. Incluso más de una rompe esa hucha que, a fuerzas de digerir moneditas, ha colgado el cartel de completo, recuperando el dinero celosamente ahorrado y se dirige rauda y veloz hacia la tienda más cercana para hacerse con un modelo nuevo con el que romper la mañana, la tarde y la noche en la feria de Abril.

La joven sevillana se asoma al escaparate y se reconoce enseguida. Ese traje viste más en su desnudez que en su envoltura. Ya se imagina con él de regreso de esa vorágine que es el albero ferial, con alguna copita de más, cansada pero con ganas de rematar la noche. Él sólo tiene que remedar a un león hambriento y atacar con amorosa fiereza el cuello de su "victima" dejando caer la parte del vestido que deja al descubierto esa parte golosa que servirá de aperitivo para una postrera cena (o desayuno,¡vete tú a saber a qué hora es el regreso!) y una vez ambos saciados, dormir lo imprescindible para volver a las fértiles praderas donde las casetas de feria sólo son mudos testigos de amores y desamores, de encuentros y desencuentros...de la vida, en definitiva.

Foto de Groucho the Tracker, o sea, mía  (Escaparate de la tienda Rocío Trastallino en la calle Castilla - Triana (Sevilla) mientras componían uno de los maniquíes)

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