Le habían expulsado de todos
los colegios. Nunca se sintió comprendido por sus educadores. Bebió como pudo de
los charcos de cultura que encontraba en la calle y que le dejaron posos de conocimiento.
Pretendió ser tolerante pero la tolerancia le dio la espalda. Contó las
cicatrices y no le salían las cuentas. No recordaba haber luchado en tantas
batallas. Quizás la principal herida era él mismo y puede que ya naciera marcado.
La noche le sorprendió en una ventana contemplando su propia derrota.
Fue un alumno modélico y sirvió de ejemplo a sus hermanos. Derrochó horas de sueño y estudio a una amalgama de conocimientos que no retuvo.
ResponderEliminarLa única batalla que podrá contar es la que, justo a estas alturas de su vida, asoma en la ventana.
Al caer la noche, le sorprende la luna haciendo recuento de todas sus armas intactas y dispuesto a luchar.
Si me permites.
Un abrazo
Gracias por comentar y como siempre de manera brillante, enriqueciendo el texto original. Siempre es más cálido el comentario en el propio blog que a lo que me tienen acostumbrado mis amigos y conocidos a través de Facebook, mucho más impersonal.
ResponderEliminarUn abrazo
Cuando digo amigos y conocidos me refiero a "reales" y no a "virtuales" entre los que, por supuesto, te encuentras.
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