lunes, 27 de febrero de 2012

El aventurero

Se arrastraba por el barro esperando que alguna cámara grabara su intrépida hazaña. Después de más de una hora, cuando el vientre ya no le respondía, se levantó y de un salto se encaramó en la rama más baja de un árbol cercano. Aguardó, como un orangután, más de tres horas en cuclillas, aterido de frío, siempre oteando el horizonte.

Nadie advirtió su enorme vocación de intérprete de películas de aventuras. Bajó del árbol y cabizbajo regresó a su cabaña, prefabricada y adquirida en unos grandes almacenes a precio de saldo por defectos de fábrica y allí pellizcó un mendrugo de pan sobre el que acomodó un buen trozo de chorizo...

Después, se dejó caer en un jergón donde prepararía la aventura del día siguiente.



El salto

El salto tenía todas las trazas de ser mortal de necesidad. El desnivel de más de cuarenta metros no dejaba lugar a dudas y en caso de no eludir el obstáculo, mi cuerpo se despeñaría como un saco de plomo en caída libre hasta que en el pedregal de la ribera se confundieran carne, piel y huesos.

Pero yo tenía fé en ÉL y en el último suspiro estaba seguro que haría lo que estuviera de su mano para que no ocurriera un fatal desenlace. 

La podrida pasarela de madera se partió en dos y yo necesariamente tenía que pasar al otro lado de la hondonada. Tomé impulso y salté intentando salvar la distancia que separaba los bordes. Mi pierna derecha quería crecer en el aire y la izquierda, al rebufo, esperaba su oportunidad de unirse en pareja con su compañera. No lo conseguí. Ambas quedaron suspendidas en el aire a escasos centímetros de tierra firme y la fuerza de la gravedad hizo el resto. 

Pero yo tenía fé en Él. 

En el último suspiro, con un golpe seco, Él, el autor de este relato, me ha devuelto a la vida golpeando la tecla de punto final.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Entre muñecas


Buscando regalos de Reyes, su mirada se detuvo en una muñeca moteada de polvo que descansaba entre otras más lustrosas y protegidas por cajas de colores. Vio en la muñeca su propia cara de niña reflejada en porcelana. Hasta la ropita era la misma que llevaba en esa foto infantil que aún conserva. Preguntó su precio y el dependiente, de porte inquietante, contestó: La vendo por 30 € pero si es para usted...y dijo una cantidad escandalosa. Es el precio de acariciar su propia infancia, añadió.


Publicado en Relatarium el 2-12-2011 firmado como country49



Puertas al campo

¡Eso es poner puertas al campo! Esta frase la habréis oído miles de veces. Pues yo coloqué una puerta en medio de un prado y la observé largo tiempo con mis prismáticos desde una colina. Al principio sólo pasaba a su través algún que otro conejo pero poco a poco se fueron incorporando otros animales y llegó un momento en que todos, incluidos insectos, traspasaban la puerta de uno a otro lado siguiendo un orden jerárquico filogenético. Ahora mismo veo entrar, o salir, un escorpión tras un lagarto.


Publicado en Relatarium el 30-11-2011 firmado como country49


sábado, 11 de febrero de 2012

The Beatles - Ticket To Ride




¿Te acuerdas? Sonaba el "Ticket to Ride" de Los Beatles. Te despedía en esa vieja estación que hervía de pasajeros, hormigas ebrias que se desplazaban de uno a otro lado del andén arrastrando maletas y otros bultos. 

Te ayudé a subir al pescante del vagón cuyo destino me dolía leerlo. ¿Cuantos besos nos bebimos? El tren desapareció resbalando lentamente como una cremallera. Con el presentimiento de no verte nunca más, me quedé dormido en la cantina al calor de una copa de coñac. 

Una voz potente de mujer, como venida del cielo, me despertó:

¡Señores pasajeros, el AVE Sevilla-Madrid va a efectuar su salida!

Me dolía la cabeza y con la sensación de haber dormido más de la cuenta ....

Volví sobre mis sueños y decidí despertar dentro de otros cuarenta años.


jueves, 9 de febrero de 2012

Piedras como agua

Me encuentro en una isla rodeada de tierra por todas partes. Sé nadar pero nunca intenté escapar braceando sobre piedras como las que me circundan. Cuando adelanto un pie hacia el exterior, enseguida retorno a la seguridad que me proporciona esta ínsula de paz. A veces intento llamar la atención de alguna caravana que pasa cerca pero en el fondo deseo pasar desapercibido. Me distraigo enviando mensajes encerrados en latas de cerveza que arrojo con fuerza lejos de la isla. Nadie los lee ¡Para qué!

Publicado en Relatarium el 29-11-2011 firmado como country49




Étoiles

Quise ponerle tu nombre a una estrella pero todas aquellas que mi vista alcanzaba, ya lo tenían. Exploré la noche y caminé con mis ojos por el firmamento buscando el mínimo resquicio donde pudiera distinguirse un fragmento de luz innominada. Conseguí apartar el débil destello de una estrella fugaz y fijarla con mis intensas ganas en la profundidad inversa del cielo. Ahora, guardo en secreto ese brillo que sólo yo veo y que llevará tu nombre mientras mis huesos se muevan.

Publicado en Relatarium el 24-11-2011, firmado como country49

Judas el pez

La caña se dobló como el espinazo de un gato a punto de saltar. Tiré con fuerzas hasta que saqué un enorme pez con vetas azuladas en su lomo. Vi como dibujaba ondas con su cuerpo en la arena. De sus agallas se desprendían pequeñas fracciones de espuma. No sé por qué le puse nombre: Judas. Nunca debí de hacerlo. Ahora sueño todas las noches que me encuentro sumergido en un mar donde reina una oscuridad que me aterra.

Publicado en Relatarium el 23-11-2011, firmado como country49


martes, 7 de febrero de 2012

The Notting Hillbillies: Your own sweet way




Inventó su propio camino. Daba pasos cuidadosos como si anduviera sobre telarañas suspendidas entre sueños. Bajo sus pies crujía la escarcha del pasado que iba transformándose en gotas de presente. Las huellas eran tan superficiales, tan imperceptibles, que se mostraban incapaces de derrotar la diaria caravana de insectos que las atravesaban sin esfuerzo. Su cuerpo se detenía de vez en cuando e incluso buscaba el apoyo de algún árbol amputado para descansar, pero la maraña de sentimientos, de sensaciones, de lo intangible, seguía su curso y después, esa cáscara hueca necesitaba acelerar hasta alcanzar otra vez las esencias que se le adelantaron. No debía, no quería, no deseaba perderlas.








Inspiración deportiva

El poeta contemplaba el mar y el atardecer sentado a horcajadas sobre una ridícula silla plegable que huía de su inestable equilibrio trabándose en la arena. Quería describir la escena soslayando el uso retórico de ese arsenal de tópicos tan presente en la poesía y para ello, garabateaba frases y más frases en un minúsculo bloc a cuadros, la mayoría de ellas ilegibles bajo un alud de tachones.

Su mirada se detuvo en una mollera peluda que, como una boya errante, undulaba con pereza en el agua y que se aproximaba a ritmo de acordeón hacia la costa, subiendo y bajando en cada embate de las olas. Una de ellas escupió en la playa el cuerpo inerte del ahogado, cuyas cuencas rellenas de caracolas denunciaban que prestó sus ojos al mar sin intereses.

El poeta, con el cadáver a un palmo, escribió:

"Y entonces, el océano, ese árbitro inflexible, detuvo el juego y expulsó al náufrago por infringir el reglamento"


sábado, 4 de febrero de 2012

El cartero llamó una sola vez


Ya no llegaban cartas a Villanando. El cartero, un hombre curtido a fuerzas de caminatas,  había trasportado durante años su saca repleta de misivas por los distintos caseríos de la Villa.  Pero eso ya pasó a la historia. 

Todos los días pasaba por la vieja oficina de correos y se iba con las manos vacías. Pero un lunes de otoño, apareció un sobre con un remite extraño dirigido a una aldeana, cuyo nombre le era vagamente conocido.  Con una alegría desbordada, portó la carta hasta la dirección indicada, entregándola a una mujer de nacientes canas, que no se sorprendió al recibirla en sus manos. 

El cartero, descendiendo por el corto sendero de vuelta, se fue alejando despacio de la casa. Como un latigazo, tuvo un presentimiento y giró la cabeza echando la vista atrás . Desde la ventana, entre dos pequeñas macetas de flores azules, la mujer le observaba con su barbilla apoyada en sus nudillos. Cuando sus ojos se cruzaron, ella, dibujando un guiño coqueto, le sopló un beso con la mano.