lunes, 13 de agosto de 2012

Serena elegancia

La escena se desarrolla en unos grandes almacenes. Una señora algo desorientada mira hacia uno y otro lado buscando entre los departamento. Un empleado se le acerca.


  • ¡Buenas tardes, señora! ¿Puedo ayudarla? ¿Busca usted algo en concreto?
  • Sí, gracias. La sección de caballeros...si es usted tan amable. Disculpe pero me encuentro algo aturdida.
  • Está usted en el sitio justo. Yo soy el encargado ¿Qué desea?
  • Pues...ropa de caballero, ya me entiende, unos pantalones y una camisa a juego...¡ah! y una corbata.
  • ¿Tallas, señora?
  • 45 de pantalones y 44 de camisa
  • ¿Algún modelo en especial?
  • La verdad es que mi marido siempre ha escogido ropa de marca. No importa el precio.
  • Señora, aquí en este perchero puede usted ojear los últimos modelos de pantalones que acaban de entrar y, como puede usted apreciar, todos son de las mejores firmas del mercado ¿Color?
  • Quizás algo discreto...ya sabe...las circunstancias no aconsejan colores muy vistosos.
  • ¿Circunstancias? ¿A qué se refiere, señora?
  • Bueno, olvidé comentarle un detalle. Mi marido está muerto. Para ser exacto, muerto desde hace poco tiempo, apenas una hora.
  • ¿...muerto? ¡Qué me dice usted!
  • Sí, muerto. Un infarto. Ha sido el segundo y el que ha acabado con su vida. ¡Pobrecillo! ¡era tan bueno! Mire que yo le insistía en que debiera llevar siempre consigo ropa adecuada por si...bueno...ocurriera lo que ha sucedido.
  • Pero...su marido...o sea...su cuerpo...¿Donde se encuentra?
  • ¡Aquí cerca! En el aparcamiento. Lo he dejado sentado en el coche y si usted lo viera ¡Parece tan vivo!
  • ...¿en el aparcam...?
  • Sí. No me extraña que usted se sorprenda pero tiene una explicación. Mi marido es...ha sido siempre muy exigente en el vestir, casi, le diría, rozando lo presumido. Ha fallecido en la playa y en bañador ¡Si él se viera! No me puedo permitir presentarlo de tal guisa. ¡Qué vergüenza! Si conociera usted a su hermana...¡Nunca me lo perdonaría!
  • Pero...¡no me diga que ha traído usted a su marido muerto desde la playa!
  • Bueno...no lo he hecho yo sola. Un joven muy amable, mejorando lo presente, me ayudó a introducirlo en el coche. Costó más trabajo del que usted pueda imaginar. ¡Cómo sudaba el pobre! Pero entre ambos conseguimos sentarlo en el lugar del ocupante y ¡ahí está!...esperando, estoy segura, que yo lo vista como es debido para la ocasión.
  • Señora, me va usted a disculpar pero todo esto es tan extraño que creo oportuno consultar con mis superiores. Usted se hará cargo.
  • Por supuesto. Actúe usted como estime más conveniente pero, por favor, no se demore ya que, como comprenderá, un cuerpo muerto, con este calor, no debe permanecer mucho tiempo en esta situación...la rigidez, el olor...en fin, todos esos desagradables estigmas con los que se acompaña la ausencia de vida.
  • ¡Veré lo que puedo hacer! Aunque debo advertirle que en el caso que usted adquiera la ropa, no podemos admitir su devolución. Lo entiende ¿verdad?
  • ¡Claro! No soy de esas que van devolviendo el género a las primeras de cambio.
  • ...entonces...¿Ha elegido usted ya su compra?
  • Creo que sí. Déme esos pantalones grises y aquella camisa azul sufrido y, por favor, escoja usted una corbata que vaya bien al conjunto. Si le soy sincera, no entiendo en absoluto de corbatas ¡ah! ¡se me olvidaba!...y un cinturón de cuero negro, más que nada por añadir algo para su propio luto ¡El pobre cuidaba mucho, en vida, los detalles!
  • ¡Muy bien! Aguarde un momento. Voy a proceder a la factura y enseguida se lo envuelvo todo.
  • ¡No! ¡Déjelo! Démelo en la mano. Quiero probárselo y así, si le queda bien, dejarle correctamente vestido. Si necesito otras tallas, pierda cuidado, abonaré lo que sea necesario hasta encontrar lo adecuado.
  • ¿Cómo? ¡No me diga que piensa usted probarle la ropa al muer...a su marido!
  • No tiene por qué preocuparse. Ya me las arreglaré. Debo quitarle, eso sí, primero el bañador. Con tal de verle bien vestido, coma a él le hubiera gustado decir adiós a la vida, no repararé en esfuerzos.
  • ¿...y zapatos?
  • ¡Qué tonta soy! ¡Es usted un vendedor de los que ya no quedan! El pobre murió en chanclas y ahora que recuerdo, con arena entre los dedos de los pies. Voy a pasar por la sección de limpieza y después por la de perfumería...por si encuentro su colonia favorita ¡Le haría tanta feliz! Calza un 44 y, por favor, que sean negros y sin cordones.


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