jueves, 7 de marzo de 2013

Alicia estuvo allí

     En el plano no constaba ninguna corriente pero el rio estaba allí, limpio, transparente, aunque estático, sin discurrir, como una tira de agua dibujada. Su superficie estaba tapizada de un fina lámina de cristal a través de la cual podían verse peces de colores igualmente inmóviles, semejando el conjunto a uno de esos pisapapeles que deja traslucir los objetos en su interior. Empuñé una piedra y fracturé la piel cristalina que lo envolvía y, en ese momento, el rio comenzó a moverse en sentido opuesto a la gravedad hasta perderse ladera arriba. En su lugar, quedó un cauce seco que rápidamente se inundó de hierba fresca y de matorral sin dejar rastro alguno de su presencia. 

     Repasé el plano con detenimiento y reparé en una línea azul que evidenciaba la existencia de un rio pero aquélla aparecía y desaparecía de mi vista según la incidencia de los rayos del sol. Lo rompí en pedazos y continué caminando por un sendero que se iba desvaneciendo a medida que avanzaba.

domingo, 3 de marzo de 2013

Al otro lado

Lunes


Mientras escribo, oigo, detrás de mi mesa de trabajo, cómo se mueve la cortina que suelo tener descorrida para aprovechar al máximo la luz natural que entra por la ventana. Cuando giro la mirada, su desplazamiento de izquierda a derecha se detiene. Regreso a mi tarea y la cortina, poco a poco, termina por cerrarse sola. Atribuyo el hecho al aire, aunque compruebo que la ventana no está abierta.

Martes

Esta tarde vuelve el automático movimiento de la cortina que se desliza lentamente hasta que se corre por completo, siempre deteniéndose cuando la observo. Busco la explicación en la existencia de un cierto desnivel de la barra que la mantiene y que repercuta en su natural equilibrio. Pienso también en mi perro pero éste dormita en la habitación contigua.

Miércoles

Dejo la cortina totalmente descorrida y la anudo pero es inútil: se libera y con parsimonia busca el otro extremo, trasladándose a través de la barra y cesando su recorrido cuando fijo mis ojos en ella.

Jueves

La cortina persiste en su animado viaje lo que impide concentrarme en mi trabajo.

Viernes

He decidido no entrar en mi despacho. He dejado la cortina cerrada y al anochecer la espío con la puerta entreabierta. Tras dos largas horas de acecho, una mano huesuda empieza a descorrerla. Me abalanzo y una voz ronca y educada, que sale de detrás, me detiene en seco: "Buenas noches, que descanse! y seguidamente la mano vuelve a cerrar la cortina como si fuera el telón de un teatro cuya sesión acabara de concluir.

Han pasado casi dos semanas y es curioso pero, desde ese día, un sosiego se ha apoderado de mí y me he acostumbrado al tránsito de la cortina mientras trabajo de espaldas a ella.