El
temporal castigó con saña a la iglesia de San Gregorio, causándole
mil y un desperfectos, entre ellos, el mordisco a una pared que dejó
al descubierto un oscuro habitáculo.
Una vez derribado el falso
muro, apareció en su interior el cuerpo momificado de un hombre que debía llevar
allí largo tiempo. La
mano del muerto asía una especie de cincel y parecía apuntar con él
hacia una de las paredes que cerraban el estrecho cubículo. Junto a
la momia, un canasto de mimbre contenía argamasa endurecida con una
paleta incrustada y, algo más retirados del cuerpo, yacían, apilados en el suelo, unos ladrillos de
adobe y alguna que otra pieza de cantería.
Rascando bajo la humedad de la pared señalada por el cadáver,
salió a flote una inscripción, grabada en la piedra, con líneas
torcidas y en un latín fugaz:
"complta relnqit rim problitu sum ostim"
Ramón
Castro, experto en lenguas muertas, tomó nota de los latinajos y reconstruyó el texto:
"completas relinquit rima pro oblitus sum ostium”
Traduciéndolo seguidamente:
Obra
terminada. He olvidado dejar un espacio para la puerta.
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