viernes, 21 de agosto de 2015

gallina ciega

Palpos

Juguemos a la gallina ciega

quiero tocarte con los ojos cerrados 


para que tu cuerpo 


no me distraiga.

FETICHE


   Empiezo a dudar; todos no pueden equivocarse; debe ser verdad. Desde hace algún tiempo, amigos y conocidos me lo insinúan y eso cuando no me lo dicen abiertamente: ¡Ramón! ¡tú eres fetichista! ¡no puedes disimularlo! se te nota en cualquiera de tus actos, en el menor de tus detalles…

...Y debe ser verdad pero mi problema es que yo no reconozco ningún objeto fetiche, algo, en mi modesta opinión, imprescindible para ser catalogado como tal. Y no será porque no lo he intentado. Desde que soy blanco de ese sambenito y como portador de esa etiqueta que me cuelga sin yo saberlo, he buscado con ahínco un sustrato fetiche en el cual asirme para equilibrar esta ausencia de datos subjetivos con la pretendida y evidente sombra de sospecha que los demás vuelcan sobre mí.

   Sustraje un zapato de tacón de aguja, aprovechando el descuido de una atractiva mujer que se probaba calzado nuevo en una céntrica zapatería. En casa intenté excitarme ante el negro y lustroso zapato pero lo único que éste consiguió fue excitar mis fosas nasales que recibieron una buena dosis de un penetrante olor a queso de oveja. 

   Otro día me hice con unas bragas de encaje fino que colgaban del tendedero de la vecina del cuarto B con la que coincidía en ocasiones en el ascensor y cuya voz tenue y aceitosa me resultaba sumamente agradable. Nada. Antes incluso de asociar su rostro a las bragas, éstas, en un torpe movimiento mío, se desgarraron dando por concluidas mis insinuaciones solitarias. 

   Pañuelos de seda, guantes, rellenos de sujetadores, objetos perfumados y decenas de variados objetos femeninos sólo consiguieron arrugarme el ánimo en un páramo de indiferencia. Llevas el fetichismo en la cara, me dicen. Debe ser verdad pero yo aún no he conseguido el ansiado fetiche que me reconcilie con la perversa apreciación que todos tienen de mí y que dan por seguro y cierto.