El gimnasio cerraba a las once de la
noche. Juan se encargó de recordárselo a un cliente que aún corría (se
desplazaba mas bien) en una de las cintas sin fin. Le tocó un hombro y el
hombre con la mirada perdida no contestó. Juan detuvo el aparato y no le sorprendió
la extremada rigidez del cuerpo que permanecía de pie sin respirar y con un
tinte de piel tornasolado. La primera vez que sucedió un episodio similar, el forense
comentó que nunca vio antes una rigidez post-morten como aquella pero después
de tantos casos ya se asumía que ese era el comportamiento de los cadáveres en
ESA CINTA CON FIN. Lo más curioso es que hay siempre personas esperando que
quede libre el aparato para caminar o correr por esa ruleta rusa andante.