domingo, 25 de noviembre de 2012

Oferta bancaria


   Acababa de salir de una relación que socavó mi cuerpo y mi alma hasta dejarme exhausto sentimentalmente. El centro comercial se encontraba a esa hora más que animado y nada más traspasar una de sus puertas, una chica joven, con el pelo recogido en un gracioso moño, se me acercó con un porta-papeles y me preguntó con qué entidad bancaria trabajaba. Casi sin dejarme hablar, me señaló el stand de donde había salido y en el que un letrero mostraba con grandes letras: “Bankarta”: su banco abierto

     - ¿Y que me ofreces? - Dije con aire de fingida suficiencia.

     - Pues, nuestro banco, por el simple hecho de trabajar con nosotros, le ofre…

   No la dejé terminar

    - No has entendido mi pregunta: ¿Qué me ofreces ? – su juventud me impulsó a prescindir del usted. No me malinterpretes, no pretendo ligar sino que sólo quiero saber lo que una mujer como tú, puede ofrecer a un hombre desengañado, cuarteado y roto.

   Ella se sorprendió y reaccionó con una disimulada sonrisa mirándome a los ojos:

     - Me ha desarmado – dijo. Es la primera vez que alguien contesta de este modo a mi oferta bancaria. Estoy acostumbrada a que se metan con mi trasero, con mi escote e incluso que me manden a paseo, pero usted…

   De nuevo la interrumpí:

    - No me recuerdas a nadie en particular, con lo fácil que resultaría esa estrategia; ni siquiera puedo hablar de un flechazo. Pero algo me dice en mi interior que tienes mucho y bueno que ofrecerme. No suelo equivocarme. Tu cara es transparente y pude ver trajinar tu cabecita mientras me hablabas e intentabas vender tu producto. Me atrae el equilibrio que emanas. No quiero destacar de ti ninguna de tus cualidades físicas que cualquier hombre vería de no ser ciego, pero sí un conjunto de percepciones que me arrebatan.

     - Bueno, perdone, debo dejarle, gracias por su atención - dijo la chica, pero ella se quedó unos segundos, como esperando a que yo siguiera con mi monólogo abierto.

   -Yo – continué - en cambio, sólo puedo ofrecerte una dedicación exclusiva. No dejar que pases ni un momento sin dar gracias a la vida; regalarte día a día una panoplia de atenciones; intentar que en los momentos en los yo no esté a tu lado, me evoques con hambre -ella hizo un además de marcharse - ¡No te vayas! Los bancos son impersonales y hoy, por muchos clientes que consigas, no evitarás que te den una patada en el culo cuando no te necesiten. Me atrevo a invitarte a un café. Si me dices que no, me iré por donde he venido pero, eso sí, con la sensación de haber perdido esta oportunidad, ¡quien me lo iba a decir!, que un banco me ha dado y que difícilmente se repetirá.

  Ella se giró para marcharse pero rápidamente se volvió hacia mí y me dijo: 

- Espera a que me despida de mi jefe. Yo lo tomo descafeinado con poca leche.